Bastenier y Prieto, dos legados importantes

Periodista Miguel Ángel Bastenier
Tengo por costumbre la lectura de periódicos iberoamericanos por las diferentes visiones que aportan de una misma realidad narradas en un mismo idioma.

El panorama del mundo hispanohablante es diverso y complejo, caleidoscopio de culturas y pensamientos que se retrata a través de la pluma de periodistas y columnistas. De muchos estimo, sin que necesariamente comulgue con sus posturas, la calidad y madures de sus cuartillas, sus análisis críticos y el ameno y buen español de sus escritos.

A propósito de lo dicho, los lectores sentimos la partida, la semana anterior, de dos grandes vinculados al diario madrileño El País. Primero, fue Joaquín Prieto, periodista que se caracterizó por su particular visión de la democracia al combatir aquellos argumentos simples y demagógicos que tanto daño hacen a la sociedad, a los partidos políticos y a los Estados. Hizo siempre un periodismo serio, con rigor y exactitud, escribiendo sólo lo que podía defender al día siguiente.

Segundo, fue Miguel Ángel Bastenier, un periodista latinoamericano nacido en España. Reconocido como maestro en la Escuela de Periodismo UAM-El País en Madrid y en la Fundación Gabriel García Márquez en Cartagena de Indias por su visión panorámica de la profesión y también por su permanente celo en el uso del idioma.  

Sus legados invitan a la reflexión sobre el enorme papel y la monumental responsabilidad que le asiste a la prensa, a la buena prensa, en una sociedad. “No creo demasiado en el periodismo como cuarto poder. El periódico es el contrapoder, que consiste en elogiar al poder cuando el poder acierta, criticar al poder cuando el poder se equivoca o denunciar al poder cuando el poder abusa. Y no solo al poder político, también al económico, al religioso, al cultural, al universitario, al deportivo...”, escribió Luís María Ansón (Periodismo influyente, El País, 26-04-2017) sobre la promesa tácita de los medios ante la sociedad.

En los convulsionados tiempos presentes, de Prieto y Bastenier nos quedan sus enseñanzas y escritos, herencia sobre la que, con osadía, me apoyo para opinar que las sociedades necesitan de una prensa seria, respetable y rigurosa, cimentada en excelentes escuelas de comunicación social y periodismo. Una prensa con capacidad de influir en la vida social, económica y política con responsabilidad, pero sin impunidad. Una prensa en la que sus directores, periodistas y columnistas asuman el compromiso de contribuir a la formación de un pensamiento crítico colectivo que conduzca a un propósito superior.

Mucho aportaría a la sociedad y a la democracia un periodismo independiente con mesura, equilibrio y objetividad. La prensa no puede ser meretriz de la política ni lacaya de los intereses privados, a ella sólo le corresponde tomar partido por la libertad de expresión y la formación de una consciencia colectiva sin que su actuación se condicione al apuntalamiento o socavamiento del poder político. Un periódico, en últimas, informa, analiza, debate y propone en un eterno espiral que contribuye a la formación de ciudadanos pensantes. Un periódico termina por parecerse a la sociedad que lo lee (¿o viceversa?), lo que le dará su grandeza o su propia destrucción.

Armando Rodríguez Jaramillo

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