De elecciones y reinados

Armando Rodríguez Jaramillo. Armenia (Quindío - Colombia).
20 de marzo de 2014

Las campañas electorales en Colombia son un ejemplo palpable de cómo se compite inequitativamente y en desigualdad de oportunidades.

Rivalizar para alcanzar un determinado fin debe hacerse entre competidores en igualdad de condiciones. No se puede concebir una carrera de 100 metros mientras unos atletas van descalzos y otros con zapatillas, unos corran sobre una pista de atletismo otros en una de arena, unos van en pantaloneta y otros vestidos con bluyines, unos lo hagan con la cara descubierta y otros con los ojos vendados o unos recorran los 100 metros sin obstáculos y otros con vallas.


Una competencia así termina por parecerse a la carrera entre el depredador y la presa, que por más que la cebra corra el león terminará por atraparla pues el equino no tiene la velocidad del felino.

Como los candidatos independientes y de partidos minoritarios no pueden competir con las campañas patrocinadas por las maquinarias ni con las financiadas por dineros del narcotráfico, deberíamos ser sinceros de una vez por todas y no seguir en esta anomia social de evitar llamar las cosas por su nombre: es imposible competir sin las mismas condiciones. Como decían los abuelos, esto es “pelea de tigre contra burro amarrado” o de “toche contra guayaba madura.

Qué bueno sería que en política imitáramos a los reinados de belleza, que los hay, y muchos, a lo largo y ancho del país.

Bastaría con observar el reinado de la panela, de la subienda, de la gallina campesina, del totumo y hasta el de la papaya sin dejar de lado el de Cartagena, para darnos cuenta que en estos certámenes las aspirantes al cetro no tienen sedes en cada municipio, no andan en burbujas con escoltas y caravanas, no montan tarimas con teloneros para hacer aburridos monólogos, no reparten lechona ni arroz con pollo, no ponen vallas inmensas en avenidas ni cosas parecidas. Ellas van a bailes, montan en carrozas y desfilan en trajes de baño, típicos, de fantasía y de gala mostrando sus mejores atributos, al tiempo que responden a preguntas que les hacen para saber que piensan de los temas de actualidad.

Así deberían ser las campañas políticas, con candidatos que asistieran a eventos en igualdad de condiciones, que desfilaran en carrozas, que se pusieran en el pellejo del campesino, profesor, estudiante, madre soltera, jornalero, empresario, vendedor, prostituta, obrero y de muchas otras cosas, respondiendo a preguntas sobre cómo resolver los problemas de esta sociedad para salir de la pobreza, el desempleo y el atraso. Y que gane el que tenga la mejor propuesta y no el que más dinero gasta ni el que más parafernalia ostente.