Qué equivocado estás

Armando Rodríguez Jaramillo. Armenia (Quindío - Colombia). 26 de febrero de 2014

Un padre, que se había esmerado por educar a su hijo inculcándole el respeto por la civilidad, el acatamiento al orden social y legal, y la observancia de los bienes públicos como un patrimonio colectivo, se encontraba dialogando con su hijo.

–¿Papá, recuerdas cuando nos decías que el Estado se conformaba por los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, cada uno independiente del otro para que hubiera gobiernos democráticos y no dictatoriales?

–Si hijo, así es.

–Me acuerdo que nos enseñaste que el poder legislativo era el congreso, que se encargaba de las leyes y de ejercer el control político al presidente, y que el judicial administraba leyes para que hubiera justicia en este país.

–Veo que aprendiste la lección.

–También te oí decir que los llamados organismos de control, como la procuraduría y contraloría, velaban porque los funcionarios del Estado hicieran las cosas bien en sus cargos y en la administración del dinero público.

–Efectivamente, son los encargados de controlar que los funcionarios actúen correctamente y que se respeten los derechos humanos.

–Y cómo olvidar cuando me decías que las fuerzas armadas estaban para salvaguardar la vida, honra y bienes de los ciudadanos.

–Y además hijo, para proteger a la patria de cualquier amenaza.

–Por último padre, con frecuencias decías que los dineros públicos eran sagrados y que se deberían invertir en beneficio del pueblo.

–Sí, es así. ¿Y a que viene todo esto?

–Huy papá –repuso el hijo–, qué equivocado has estado. Lamento decirte que tus enseñanzas están…: Eso de los poderes del Estado no es así, pues los presidentes compran al congreso a punta de contratos y burocracia, a cambio los senadores y representantes aprueban todo lo que el gobierno quiere y se olvidan del control político. Gobierno y congresistas se ponen de acuerdo para nombrar a los de las cortes y a los organismos de control, evitando que los sancionen por sus perversas actuaciones. Pero si las cosas se salen de curso, el gobierno se reserva el derecho de chuzar y acechar al poder judicial mientras que miembros de este último amañan fallos favoreciendo personajes de dudosa reputación. Las fuerzas armadas hacen falsos positivos y montan triquiñuelas para cobrar recompensas, hacen negociados y hasta espían a otros miembros del Estado, mientras que los militares condenados por delitos están recluidos en hoteles campestres. Y como si fuera poco, algunos empresarios se amangualan con funcionarios para repartirse los dineritos públicos a través de contratos amañados e inexplicablemente, a los ojos de todos, se financian ostentosas campañas políticas para el congreso con el apoyo del poder ejecutivo.

El viejo guardó silencio y alzando su cabeza dijo: –Hijo mío las cosas no son lo que parecen, por eso es que estamos tan mal.