Juventud rebelde, adultos miopes

Lo jóvenes buscan cada vez formas de
expresión diferentes
Armando Rodríguez Jaramillo
Armenia (Quindío - Colombia), 29 de septiembre de 2013 

Si es verdad que para un buen observador pocas palabras bastan, todo parece indicar que lo que está pasando con la juventud no lo hemos querido ver, y si lo hemos visto no lo hemos podido entender, y si lo hemos entendido no hemos querido actuar. 

Cómo es posible que ignoremos lo que a gritos, y con posturas irreverentes y a veces agresivas, una buena parte de nuestra juventud le dice a sus gobernantes y dirigentes: que quieren ser tenidos en cuenta, que se sienten excluidos de una sociedad en la que no encuentran espacio para su crecimiento, que el país donde viven no lo vislumbran para la construcción de sus sueños, que el sistema político no les permite expresarse, que la educación que reciben no les sirve para incursionar en el mundo laboral, que su familia y vecindario se les desmorona y que se sienten vacíos de ilusiones.

En los multifacéticos paros de las últimas semanas fue común ver a grupos de jóvenes de yines, con camisetas manga larga y capucha, con gafas oscuras y rostros tapados con telas a manera de bufanda, inmiscuidos en protestas que no son las suyas pero que las quieren volver suyas como medio de expresión.

En esta categoría también caben otras hordas de muchachos  que ven en la camiseta de un equipo de futbol un medio de identidad y de expresión para sus pasiones y frustraciones. Ya sea en la tribuna de un estadio o en cualquier calle de barrio los integrantes de las barras bravas se parapetan para marcar sus territorios utilizando símbolos prestados, válidos para ellos, con los que anhelan darle salida a sus necesidades de reconocimiento social.

Otros buscan abrigo en lo que llaman tribus urbanas, que a través de curiosas vestimentas crean nichos con sus propias reglas excluyendo a los que hacer parte de otras tribus, de la misma forma que la sociedad también los apartó a ellos de la vida en comunidad.

Es evidente que lo que esta juventud busca son oportunidades, reconocimiento y mecanismos de expresión. A pulmón henchido le gritan a los gobernantes, a sus colegios y universidades, a sus padres y al mundo entero que ellos están ahí, que son parte de esta sociedad, que no los excluyan, que tienen derecho a un proyecto de vida familiar y productiva. En fin, quieren participar, quieren ser vistos, quieren ser protagónicos, desean que se les escuche.

¿Por qué será tan difícil para los mayorcitos darnos cuenta de lo que está pasando?, ¿por qué diantre ante cualquier manifestación de rebeldía juvenil solamente atinamos a pedir mano dura y represiva que los discipline?, ¿por qué los estigmatizamos llamándoles de forma indiscriminada vándalos y desadaptados?, ¿será que se nos olvidó que alguna vez fuimos muchachos y rebeldes?, ¿por qué nos cuesta tanto entender que lo que quieren es comprensión?

Si bien no podemos aceptar que la anarquía se tome la sociedad, debemos tener la inteligencia para darnos cuenta que cada vez que pretendemos aplastar o acallar la rebeldía y el inconformismo juvenil con el ejercicio de la autoridad lo único que estamos haciendo es aumentar la exclusión de los que protestan porque se sienten que no hacen parte de la sociedad.

La adolescencia y juventud es la época en la que se piensa en cambiar el mundo, son los años para ser iconoclastas, es el momento perfecto para practicar la destrucción creativa de la que hablaba Schumpeter. Los jóvenes de los albores del siglo XXI ven el mundo de forma diferente a la de los otrora mozalbetes del siglo XX que ahora somos sus  gobernantes, dirigentes, profesores o padres de familia. ¿De qué vale seguir con un modelo de sociedad que no funciona bien, que segmenta y excluye?

Desafortunadamente los discursos políticos están huérfanos de propuestas para la construcción de mundos diferentes donde quepan pensamientos nuevos. Abramos de una vez por todas nuestras mentes pues no estamos tratando con un producto o con objetos, lo que estamos es modelando y construyendo nuestro propio futuro, y si a los mayorcitos no les interesa el futuro de los adolescentes que les interese el suyo propio, pues cuando estemos en la edad de retiro serán los jóvenes de ahora los que tomaran las decisiones para el bienestar de la tercera edad.


Armenia, 29 de septiembre de 2013